En los años 80, cuando la dictadura cívico militar ya había dejado su lugar a la renacida democracia, un grupo de represores y “servicios” pasó de ser “mano de obra desocupada” a ocuparse robando valiosas obras de arte en dos museos rosarinos. Una docena de pinturas valuada en millones de dólares y que décadas después apenas tres pudieron ser recuperadas.
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